Durante
varios meses estuve recogiendo chapas. Fue una labor de constancia revisando
latas por aquí y por allá; sacándolas de las latas y guardándolas en la caja
hecha de una botella de Coca-Cola reciclada. Poco a poco esa caja se fue
llenando de chapas, y al finalizar sin darme cuenta había más de cien. Y por
poca cosa que parezca al final de cuentas toda esa cantidad de chapas
equivaldría su peso a unas cuantas latas.
Pero saber que contribuí con el planeta es muy gratificante, esto nos
pone a pensar que si cada quien aporta su grano de arena podemos revertir el
daño que hemos hecho; gota a gota se hace un mar... y chapa a chapa se hace un
mejor planeta.
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