viernes, 27 de junio de 2014

Willy "Y sus chapitas"




 
 
Willy
"Y sus Chapitas"



Cuando me incorpore al proceso de “Recoge Latas” como hecho de  Responsabilidad Social, me sentí no solo comprometido, sino  además, sensible frente a la posibilidad de poder contribuir con una buena causa.
 
Cuando veía una lata en la calle, en un cesto de basura, en un container,  o en cualquier otro sitio… la adrenalina se me aceleraba y como niño travieso y sin ningún tipo de prejuicio, le levantaba las latas y ahí empezaba mi recolección. En ese momento, no existían mi título de Profesor, mi carácter de estudiante de la UCV, solo era un ciudadano mas… Mi meta era recoger los anillos  de las latas en el menor tiempo posible.
 
Sin embargo, al principio fue más difícil de lo que imaginé. Pues tenía  que confundirme con los verdaderos recoge latas y ser uno más de ellos. Los primeros días ese “ojala no me vean”,  era un sentimiento real y verdadero.
 
 
Le pedí ayuda a mi entorno más cercano, pero fue poca la respuesta, por lo que  tuve que asumir solo mi reto.
 
A los días, me volví compulsivo y cuando veía una lata, me agachaba y la recogía. Una de las concentraciones más grandes de latas, se consigue los sábados en la mañana, frente a los negocios que expenden licor, porque a pesar de que está prohibido tomar frente al establecimiento expendedor, las personas lo hacen, y van arrojando las latas en  cualquier lugar, muchas veces en las aceras y muy pocas en los depósitos de basura o porque no existe o el que existe, ya está lleno. La conciencia ciudadana de protección al medio ambiente no se hace presente en la gran mayoría de estos ciudadanos.
Igualmente, los domingos caminaba desde mi casa hasta el  Parque del Este y en el trayecto, iba recogiendo latas, pero, para mi sorpresa, era mayor la cantidad de latas de refrescos arrojadas a lo interno del Parque, pues los mismos, son de altísimo consumo los fines de semana.
Aprendí, que desde el compromiso, la honestidad y la humildad, podemos adelantar acciones a favor de una buena causa, sin excusas ni lamento y todo, dentro de nuestro alcance y posibilidades. Todos y cada uno de los ciudadanos tenemos un “Débito Social Permanente”, que debemos hacer efectivo en algún momento de nuestras vidas, bajo cualquier modalidad y cuando se amerite. Al final, y como parte de nuestro “Proyecto de Vida”, queda una gran satisfacción, un  aprendizaje, un crecimiento personal y  la certeza de que Dios está en cada uno de nosotros. Y esto será una parte de la  historia que contaré a mis nietos.
 
Como corolario, esta experiencia se tradujo en uno de los momentos más felices de  mi vida…

 

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